Es un bello texto que, en latín, figura en ritos religiosos católicos, en la liturgia de maitines del Oficio de Difuntos. Aquí incluyo una traducción libre que he consensuado en varias fuentes.
Como complemento, también traigo un video de Officium Defunctorum, la obra de Tomás Luís de Victoria, el más genial de los músicos españoles de todos los tiempos, que se inicia con esta oración.
Un poco de silencio, por favor.
Mi alma está hastiada de mi vida.
Daré rienda suelta a mi queja;
hablaré con la amargura de mi alma.
Diré a Dios: no me condenes;
hazme entender por qué me juzgas así.
¿Te parece bueno oprimir y desechar la obra de tus manos
mientras resplandeces sobre el consejo de los malvados?
¿Acaso tus ojos son humanos?
¿Acaso ves como ve un hombre?
¿Son tus días como los días de un hombre; o tus años, como los de un mortal, para que indagues mi iniquidad y rebusques mi pecado?
Tú sabes que yo no soy culpable, y que no hay quien me libre de tu mano.
Job, 10, 1-7