martes, 17 de mayo de 2011

Nosotros, que nos queremos tanto.

        Estaba leyendo España, de Manuel Vilas. Muy bien, divertido, original, (haré una reseña en breve). Pero he de decir que a partir del 5º capítulo, más o menos la mitad del libro, me empezó a parecer que la historia decae, no sé, va cuesta abajo, pierde gracia. Cuando me ocurre algo así, que estoy leyendo un libro que me gusta mucho y de repente deja de hacerlo, casi nunca le echo la culpa al libro, siempre le doy un margen de confianza; el problema será mío, me he descentrado, algo de lo que me rodea, algo malo, se ha colado en la burbuja y he perdido el hilo. Entonces, con calma, cierro el libro y le doy un tiempo, que respire. Si el libro iba tan bien, no se puede estropear todo así (por supuesto que se puede estropear, que quede claro, hablo de una actitud primaria mía), en unos días vuelvo y todo habrá pasado, será como antes. Suelo leer varios libros a la vez, 2 ó 3, por lo que es el momento de retomar otro, que o bien le ocurría lo mismo, ya es mala suerte, o lo dejé porque algo hay que dormir.
        El otro día me pasó esto con España. Ya que, aunque es mi costumbre, llevo una temporada que soy incapaz de leer varios libros a la vez, me lancé a la búsqueda de alternativas, (las hay, y muy buenas, no todo es lectura) y, además de otras cosas,  me eché a la calle a ver qué encontraba, a ver qué hay de esa oferta cultural. Y me encontré, esto sí que es querencia psicosomática, en uno de esos rincones santos llenos de libros que hay en cada día menos locales de nuestras ciudades, y que los venden de manera artística. Era todo azul. Libros ordenados por editorial y allí estaban los de Gadir. No pude resistirlo, para allí me fui. Siempre es buen momento para Gadir. Su web es muy mala, incomprensible en estos tiempos, pero sus libros son fantásticos. Esta editorial está en mi pedestal desde que, entre otras razones, me puso en las manos los libros de Antonio Ferres, español. Su libro La Piqueta es inmortal. Larga vida al buen realismo social. Si pudiera, llenaría alguna estantería de mi biblioteca con esos preciosos lomos azules llenos de historias maravillosas y con los que, lo he dicho muchas veces, jamás, jamás acabarán las hordas tecnológicas.
        Curioseando, deslizando mi dedo por esos lomos, sin quererlo, como en una güija, se detiene en uno de ellos: La leyenda negra, de Joseph Pérez.  Y ¿por qué me paro yo aquí?, la leyenda negra, la leyenda negra,... ¡claro, la leyenda negra española!, Felipe II, España, si es que estoy leyendo España, el cerebro nunca descansa, y uno de los grandes tópicos patrios es la leyenda negra. Joder con la leyenda negra que arrastramos, cuánta verdad tiene y también cuánta mentira, cuanto prejuicio contra nosotros mismos, ganado a pulso por los propios españoles, sobre todo, en mi opinión, por culpa de los dirigentes que de una u otra ralea a lo largo de nuestra historia hemos tenido la desgracia de soportar e incluso votar libremente.
        Pasó a ser mío, el libro, me sedujo el contraste, España y La leyenda negra,  me parece una buena idea entender el origen de esa leyenda y si hay algún remoto enlace con las historias que Vilas cuenta en su novela y mis ideas al respecto. Me he puesto a leer este ensayo, ofrece una lectura fácil aunque no exenta de abundantes datos históricos para soportar la opinión del autor, contraria a la veracidad de la leyenda. En la Introducción me ha gustado mucho, y la quiero poner aquí, la definición que se hace de la leyenda negra, porque efectivamente recoge todo lo que es y refleja los sentimientos que, alguna vez, han sentido y hemos sentido muchos.

“Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y como colectividad; la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hecho exagerados, mal interpretados o falso en su totalidad, y, finalmente, la afirmación  contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra  patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas. En una palabra, entendemos por leyenda negra, la leyenda de la España inquisitorial, ignorante, fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos lo mismo ahora que antes, dispuesta siempre a las represiones violentas, enemiga del progreso y de las innovaciones, o, en otros términos, la leyenda que habiendo empezado a difundirse en el siglo XVI, a raíz de la Reforma, no ha dejado de utilizarse en contra nuestra desde entonces, más especialmente en momentos críticos de nuestra vida nacional.”

        Si el autor, Joseph Pérez, me consigue demostrar y convencer de que la leyenda negra es una burda patraña, me encontraré con uno de las mayores pagos que en mi vida me ha dado leer un libro. Porque, fíjense de lo que estoy hablando: si nuestra vieja indolencia por la calidad, las salvajes violaciones que nuestros antepasados cometieron con los pobres indígenas en el Nuevo Mundo, nuestra secular envidia y acoso y derribo al que destaca por ser bueno, nuestro sol y toros, nuestra idea que lo de fuera siempre es mejor, nuestro tradicional regodeo continuo en nuestro pasado en vez de mirar al futuro, el dividirnos en dos y tirarnos piedras los unos a los otros porque en la puta vida vamos a cambiar de opinión, nuestro vuelva usted mañana, nuestro que inventen otros, nuestras viejas atrocidades en defensa de la religión, que todavía perduran, no son atrocidades pero sí lindezas escandalosas, nuestros primeros puestos en las listas malas y los últimos en las buenas, la mala fama del español que llega a Londres y le vigilan en Harrods porque seguro que manga algo, nuestros y tú más parlamentarios, que ahora nos avergüenzan pero hace unos años nos llevaron a la guerra, nuestros cerebros privilegiados que se van al extranjero a desarrollar su talento, nuestro el Barsa es más que un club, nuestra imagen exterior de que aquí vivimos muy bien pero por las cañitas y porque trabajamos poco, si todo esto, y muchas más cosas que siempre se han dicho de España y los españoles, si todo esto  es debido a una  infundada leyenda negra, entonces, maldita sea, es que es pura y llanamente verdad.
        Joder Joseph, ahora que lo pienso, no sé si quererte u odiarte.


1 comentario:

  1. Hola, Jose,
    te aseguro que Joseph Pérez tiene toda la razón. La leyenda negra no la creamos nosotros, sino los propios europeos, que veían con envidia nuestro poder, y la extensión de nuestro Reino, allá cuando Felipe II. Y lo sé de buena tinta porque ha caído en mis manos alguna obra del autor, y no precisamente, en Gadir. Joseph Pérez nos disculpa, pero es honesto. Lo de la leyenda negra es una patraña de las gordas, una invención, en la que nos descalabramos nosotros mismos.
    Estupenda entrada. Cuando madure, quiero ser como tú.

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