Ed. Acantilado |
Ya he reafirmado muchas veces mi pasión por Stefan Zweig, sea ésta otra ocasión para ello; no hay libro suyo que no me sorprenda favorablemente, y Ardiente secreto es otro ejemplo más.
Puedo admitir que para un lector ocasional, “no profesional”, una novela como ésta puede, a primera vista, provocar una reacción de rechazo como previsión ante algo así como un folletín decimonónico: nos encontramos en la época de finales del XIX, en Austria, periodo imperial por excelencia, palacios, fiestas, con sus aristócratas banales y damiselas sin enjundia, que hay que admitir que no se encuentra en ningún pedestal de modernidad.
Pero, como siempre, Zweig está por encima de todo esto y nos presenta una novela no solo con una construcción impecable y de una belleza de primer nivel sino también con un argumento sustancial con descripciones psicológicas que ya quisieran poder exponer muchos.
En este caso nos encontramos en un centro vacacional austríaco, (el Semmering, que cuenta con un ferrocarril montañés cuyo tramo está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), con el típico barón joven, de buena facha, que parece que no tiene demasiadas aptitudes para la vida interior, contrariado por la falta de emociones y de alguna mujer con la que perder el tiempo y coquetear. Por supuesto, ésta aparece con su perfil clásico, sola, bella y recatada, con un marido demasiado ocupado en sus negocios, y acompañada por su hijo de 12 años.
Con estos elementos tan clásicos, Zweig elabora una trama que se aleja totalmente del folletín tradicional. Los protagonistas, cada uno desde su lado, van adquiriendo importancia y el lector puede empatizar con cada uno de ellos según sus gustos; ante unos hechos que podrían ser cotidianos, las actitudes de cada personaje no se detienen y muestran la genial capacidad del autor para la descripción emocional y psicológica de los mismos. A la tradicional fuerza de los papeles femeninos de Zweig, en esta pequeña novela se suman todos los demás:
- El hijo, que padece la incomprensión e indefensión ante el mundo de los adultos pero muestra su capacidad de reacción ante ello. Nos encontramos con la dificultad del paso de la infancia a la adolescencia que todos hemos sufrido.
- La madre, con su oculta pero evidente necesidad de salir de su cómodo y gris mundo sin estímulos que, ante una chispa de emoción, casi pierde el control de lo que más quiere.
- Una fantástica descripción de la figura del seductor, su indiferencia ante los sentimientos de la mujer que coloca en su punto de mira, todo en aras de conseguir una conquista más que le permita disfrutar de sus vacaciones.
En conclusión, otras 120 páginas maravillosas, de lectura adictiva, que mantiene al autor austríaco en lo más alto de mi personal podio literario.
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