martes, 22 de marzo de 2011

Nocilla Dream - A. Fernández Mallo

Ed. Candaya
Atraído por las turbulencias blogueras que provoca desde su aparición, he iniciado por fin la lectura del Proyecto Nocilla, obviamente por su 1ª parte, Nocilla Dream.
Para empezar, y quizá algunos no me entiendan, me da “buen rollo” que se trate de un autor nacido en los 60s, es decir, que para tratarse de una más o menos revolución no estemos ante un jovencito talentoso, contra los que no tengo nada, pero que sabes de antemano que está ya en otra onda. Agustín Fernández Mallo es de mi generación más o menos, por lo que algo compartiremos.
Me incomoda un poco hablar de este libro, primero porque llego tarde a él, 3 ó 4 años son muchos en este mundo de hoy, y porque mucha gente, más o menos sabia, ya lo ha hecho y desde todas las posiciones: técnica-sesuda, progre-modelna, clasicona, a favor, otras no tanto, de todo. Pero bueno, desde aquí, desde este atril que clama en el desierto, nadie me impide dar mi opinión.
También debo reconocer que mi retraso en esta lectura es debido fundamentalmente a que la inmensa mayoría de las referencias que me llegaban (en los cada vez más trasnochados suplementos literarios y en montones de blogs) se batían sobre cómo está elaborado, su estructura, la fragmentación, el rizoma, etc., quedando en segundo plano el análisis de la calidad literaria intrínseca del libro. Creo que es ya un movimiento reflejo, pero con esta avalancha de sobreinformación, cuando te encuentras con algo cuya forma brilla más que el contenido hay que prevenirse, suena a pluf comercial, pura moda, y como hay tanto bueno por leer, lo vas dejando, lo vas dejando; seguro que se pierde algo realmente bueno, pero son riesgos de la desmesura.  Como además ha levantado controversias tan intensas, me he formado la idea de que este proyecto, para determinado sector literario y cultural, se aupaba como la ansiada ruptura con lo anterior, como algo nuevo frente a lo clásico, y uno ya está harto de rupturismos porque sí.
Mi retraso en el análisis, sin embargo, me aporta una ventaja, la de ver el poso en el fondo del vaso, pasada ya la turbulencia, y me doy cuenta que el mundo sigue más o menos como estaba. Pero ha sido interesante.
Desde luego no es una ruptura, ni una revolución ni un nuevo planteamiento estético, está claro que ya se había hecho antes. Un cambio radical fue, por ejemplo, y en el mundo de la música que es más fácil entenderlo, lo que Arnold Schönberg hizo en la primera mitad del XX con la escala de notas de toda la vida, se cargó los tonos y pasó de la melodía a otra cosa, odiada por casi todos, pero con base técnica y lógica. Gustará o no, pero eso es echarle huevos, crear escuela. Nada parecido ha ocurrido aquí.
Pero, en mi opinión, es una buena novela, peculiar sin duda. Sí, una novela, por qué no va a serlo, como si una novela haya sido siempre lo mismo desde sus comienzos. Son los mismos tecnócratas del lobby literario que ensalzan las nuevas tecnologías y lo que todos debemos cambiar para asumirlas los que se aferran a supuestas estructuras intocables. De la misma manera que la inercia que impera hoy en el mundo digital, en el que prima más la cantidad de impactos de información que la calidad y profundidad de esa información, que pasamos de ventana en ventana del ordenador con una obsesión frenética por absorber más y más cosas, así va el libro, a golpe de mensajes, fragmentados y descolocados; vas leyendo y, de pronto, vuelves al tema que dejaste en algún momento previo y lo enlazas mentalmente. Requiere un cierto esfuerzo de aceptación y concentración, pero tiene sentido.
Nos encontramos con un puzle de 113 piezas que no es que esté desmontado, es que no lo está como lo montaríamos todos, sino como quiere el autor. Muchos son ¿(micro)relatos? con un marcado estilo de ensoñación borgiana, otros reseñas de terceros autores que dejan hilos abiertos, referencias a fórmulas y conceptos científicos, etc.
Sin que deje de pensar que es atractivo, lo malo es que la estructura en sí, fragmentada, impide que la suma total supere a las partes, no brilla como debiera, te quedas con algunas historias y personajes (algunas excelentes) más que con el conjunto, no sé si porque el sistema no es bueno o porque debe mejorarse; quizá en el segundo libro se verá. Me da la impresión de que si coges el ordenador y te pones a repaginar desfragmentando lo fragmentado, el resultado será sin duda menos novedoso pero más efectivo.
Viene al pelo aquella sentencia de Juan de Mairena que le decía a sus alumnos: “La mejor manera de no cambiar las cosas por dentro es renovarlas o removerlas por fuera. Por eso los originales ahorcarían a los novedosos y los novedosos apedrean a los originales”.
No tardaré en leer Nocilla Lab y tendré mi opinión más definida.
Pero que quede claro que hay que leer Nocilla Dream, sin duda.

1 comentario:

  1. Hola, Jose, espero que disfrutes del Proyecto Nocilla. Yo ya lo he leído. Tienes razón en todo, y sobre que se trata de una estrategia comercial. Que yo sepa. La Trilogía de Nueva York, de Paul Auster, también fue un proyecto comercial; pero no comparemos, Auster lleva más tiempo en el universo literario que Mallo, por lo que se puede decir que está empezando en la narrativa. Sin más, espero que disfrutes del Proyecto Nocilla; pero no te empaches. El mundo no gira alrededor del mismo.

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