miércoles, 9 de marzo de 2011

El cubículo


Todavía lo veo como si fuera ayer. Estaba sentado en el salón leyendo este libro sobre la guerra, la guerra civil española. Cualquiera que lo conociera un poco, yo el primero, sabría que aunque a simple vista lo pareciera, aquella escena no era normal. Sí, Paco lee mucho, pero no lee este tipo de libros, ni esos bestsellers que inundan las estanterías de los grandes almacenes, que si novela histórica, que si novela negra septentrional, que si la posguerra,… No, qué va, él va de listo y siempre está leyendo cosas raras. Seguro que estaría dispuesto a reconocerlo, no es lo habitual, es cierto, pero cuando uno se ve en una situación como ésta, en la que no entiende nada, en la que aquello que siempre has amado y defendido se ve sumido en un descrédito apabullante que te sonroja, ¡si éste ha llegado a presidente cualquiera puede ser Director General!, cuando unos que se suponen que defienden el progreso se aferran a sucesos ocurridos en un pasado oscuro y los que se supone que se basan en la tradición argumentan que son imprescindibles para asegurar el futuro, entonces, por éstas y por muchas más circunstancias, es preciso conocer más lo que ha pasado para entender lo que está pasando y qué es lo que puede pasar. Necesitaba documentarse.

J.Singer Sargent: Hombre leyendo
Paco estaba muy concentrado en su lectura, como siempre. Para él era como meterse en un cubículo perfecto donde ya nada ni nadie le somete. Aquella ¡tan recurrida ahora! segunda república de hace tantos años. Joder, qué tiempos, nadie respeta la ley, los altercados se multiplican, los rebeldes ya no son sólo anarquistas, comunistas y sindicalistas socialistas, también se han unido los nacionalistas de aquí y de allá; todos los días se suceden atentados, peleas y disturbios;  los moderados son rebasados por la bullanga revolucionaria de la izquierda más exaltada y por la nostalgia clerical, militarista y anacrónica de la derecha más conservadora, ¡qué puto caos! Paco se tomó un respiro, ¡Dios mío, qué verdad es eso de que la realidad supera a la ficción!
Ya fuera del cubículo todo era calma, varios papeles a medio escribir, el Windows rebotando en la pantalla del portátil, al piano Oscar Peterson y su trío, ¡qué jodidamente buenos eran! Esa ortodoxia y paz que se evidenciaba a su alrededor le sobrecogió por contraste con lo que estaba leyendo,  era como El Sáhara y La Antártida, las playas de Bolonia y la Castellana, Sinatra y Melendi.
Sin embargo, ese día había sido muy malo, cuánto hijodeputa hay suelto por el mundo, demasiadas presiones y pocos soportes para resistir, por lo que se vino abajo de nuevo. Tengo que seguir leyendo, tengo que salir de aquí, nada me va a consolar hoy. De nuevo el libro.
El teléfono suena de manera estridente. ¡Qué susto!, es la falta de costumbre al ringring del nuevo aparato. ¿Sí?, ah hola, qué sorpresa, ¿cómo te va la vida, tío?... Ya, si es que en Barcelona vives como dios… ¿Y qué tal?... ¿de verdad?, pues qué quieres que te diga, eso es que los Judas emboscados del separatismo, en criminal maridaje con los asesinos de Octubre, quieren rasgar la unidad de España.
¿Qué?, ¡no, no, que va!, no me he hecho facha, ja, ja. Es que leo demasiado…

Publicado antes en Zarigüeya

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